De Mitrojin a WikiLeaks: papeles y piedras en el zapato ruso

Publicado el: 13/01/2011 / Leido: 7406 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0

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De Mitrojin a WikiLeaks: papeles y piedras en el zapato ruso

Fuente: http://www.elmundo.es/blogs/

Colin Thubron recuerda en su obra magistral 'Entre rusos' (1983) que en las recepciones oficiales los zares tenían siempre a su alcance "dos jarras de agua y una toalla para lavarse las manos después del contacto con los embajadores extranjeros..."

Digo yo que después del escándalo suscitado por las filtraciones de cables diplomáticos norteamericanos, que dibujan una Rusia corrupta, autoritaria y siniestra, no sería de extrañar que las jarras de agua y la toalla volvieran a formar parte del mobiliario del Kremlin (con la incorporación quizá de guanteletes medievales para estrechar manos de diplomáticos con poco tacto).

El lenguaje usado en las comunicaciones filtradas por WikiLeaks no es lo que se dice diplomático y ha caído como un jarro (o dos) de agua fría en Moscú. El primer ministro ruso, Vladimir Putin, lamentó la "arrogancia, grosería y falta de ética" de los cables, mientras que el presidente, Dimitri Medvedev, se refirió al "cinismo" que se desprende de las apreciaciones de los diplomáticos norteamericanos.

En lo que se refiere a la filtración en sí, Medvedev ha alertado esta semana al Servicio de Inteligencia Exterior (SVR) contra posibles fugas similares. "Por razones evidentes, hoy nadie está protegido ante problemas semejantes y es necesario tenerlo en cuenta en nuestro trabajo", dijo Medvedev en su discurso ante el SVR, que este año celebra su 90 aniversario.

Cuando Medvedev evocó el riesgo de posibles fugas de información, seguro que la frente de más de un funcionario del SVR dejó escapar alguna que otra gota de sudor mezclada con el recuerdo vejatorio del extraordinario caso Mitrojin, la filtración de miles de páginas de documentos secretos copiados del archivo del espionaje exterior soviético (el Primer Directorio del KGB rebautizado SVR a partir de 1991) que el archivero Vasili Mitrojin acometió entre 1972 y 1984, cuando el archivo de la Inteligencia exterior soviética fue trasladado desde la mítica sede de la Lubianka hasta el nuevo cuartel del KGB en Yasenevo (al suroeste de Moscú).

Con Mitrojin el KGB perdió los papeles (25.000 hojas para ser exactos). Con paciencia de monje amanuense y habilidad de trilero, Mitrojin copió fichas y documentos ultrasecretos en papelitos que se llevaba ocultos en el zapato hasta su dacha, a 36 kilómetros de Moscú.

Ya en su casa de campo Mitrojin pasaba los apuntes a máquina y escondía las copias mecanografiadas en un bidón de leche que ocultaba bajo el suelo (los expertos occidentales siempre han coincidido en señalar que el material robado por el archivero es la leche).

a larga mano de Moscú no se dio cuenta del robo precisamente porque Mitrojin era uno de sus dedos. Desde 1948 Vasili Mitrojin trabajó como archivero en el servicio de Inteligencia exterior, desde donde le resultó fácil copiar los documentos en papelitos que arrojaba a la papelera para luego deslizarlos en el interior de su calzado.

En sus zapatos Mitrojin llevaba ciertamente mucho tomate (a parte de los rotos del calcetín), lo que durante algún tiempo le hizo sentirse vigliado y con el KGB en los talones. No consta, sin embargo, que ningún compañero lo invitara a su casa después del trabajo: la acendrada costumbre rusa de descalzarse en el pasillo habría podido derivar en una escena hitchcokiano-berlanguiana por su carga de tensión y confusión doméstica.

Desde los años 50, la convicción ideológica de Mitrojin había comenzado a flojear (la demonización del escritor Boris Pasternak en 1958 le decepcionó especialmente). Ello le animó a buscarle las cosquillas al brazo exterior del KGB, de forma que lo arremangó y mostró al mundo sus cartas marcadas, miles de fichas secretas que copió y puso boca arriba cuando se desfondó el régimen comunista en 1991.

Mitrojin se dio cuenta en la misma boca del lobo del poco estómago que el régimen soviético demostraba a la hora de 'digerir' a la disidencia, tanto dentro como fuera del país. "Todo estaba planeado, preparado, pensado de antemano. Sufrí un terrible impacto cuando leí aquellas cosas", reconoció.

Y cuando el dinosaurio soviético se extinguió, Mitrojin comprendió que había llegado la hora de destapar su jugada maestra, larvada durante doce años con la perseverancia de un hámster de granero.

En marzo de 1992 (tres meses después del desplome de la URSS) Mitrojin cogió un tren y se plantó en Letonia. Primero acudió a la embajada de EEUU en Riga, la capital letona, donde su persona y su saca de secretos manuscritos les mereció la misma credibilidad que un vendedor de bolas de nieve a domicilio. El archivero recondujo entonces sus pasos hacia la cancillería británica de la capital letona, donde sí apreciaron debidamente su tesoro, fruto de una traición a la que Mitrojin fue leal durante doce años, y que ilustra cómo la URSS se hundió en el corazón de muchos soviéticos antes que en los mapas.

El espectacular robo de documentos a manos (a pies) de Mitrojin desveló la identidad de numerosos agentes ilegales (aquellos que operan infiltrados en países extranjeros sin cobertura diplomática) como John Symonds, espía-donjuán que durante años sedujo sistemáticamente a funcionarias británicas, o Melita Norwood, que tenía 87 años cuando en 1999 saltó a la prensa la historia de su traición: 40 años pasándole a Moscú información sensible sobre armamento atómico (nada que ver con la fallida ex agente Anna Chapman, a la que la CIA 'pilló en bragas' el pasado verano, como luego haría también la revista masculina Maxim).

Aquellos 25.000 papelitos de Mitrojin se tornaron en un papelón para el KGB y sus guardianes: la larga mano de Moscú se había pillado los dedos en su propia caja fuerte.

Entre los secretos que el archivero disidente sacó a la luz figuran misiones maquiavélicas del KGB en el exterior que parecen sacadas del cajón de algún guionista trasnochado: junto al plan para asesinar al presidente yugoslavo Josip Tito, sobresale por inverosímil la idea no consumada de mutilar al bailarín Rudolf Nureyev (que había desertado de la URSS en 1961), o el intento de envenenamiento de presidente de Afganistan, Hafizullah Amin, con ayuda de un agente que se metió hasta lo cocina del régimen centroasiático en calidad de chef (el líder afgano dio el cambiazo a los platos y fue su yerno quien acabó hospitalizado).

También sorprenden los documentos secretos de los años 70 que dejan traslucir el pánico del Politburó ante la creciente autoridad moral de Juan Pablo II en la Polonia comunista (en un cable el KGB enfatiza la preocupación por el hecho de que Wojtila se proclame reiteradamente "Papa eslavo").

A ello se unen los esfuerzos del KGB por desacreditar en la prensa occidental al disidente soviético Alexander Solzhenitsin y a Martin Luther King: el historiador Christopher Andrew (coautor de 'El Archivo Mitrojin' publicado en 1999) considera que Luther King fue probablemente el único americano que fue objeto de seguimiento del KGB y del FBI simultáneamente.

Si entonces Moscú restó credibilidad a los documentos escamoteados por Mitrojin (el SVR desmintió la historia como un "absoluto sinsentido") en lo que se refiere a WikiLeaks, el director del SVR, Mijail Fradkov, ha ordenado a sus funcionarios que estudien minuciosamente los cables del Departamento de Estado.

En verdad las filtraciones de WikiLeaks ponen al descubierto lo que ya sabíamos que EEUU pensaba de todo el mundo pero no nos atrevíamos a entrecomillar. Lo curioso es que si bien los cables desnudan a la diplomacia de EEUU, simultáneamente"visten" a Rusia con los estereotipos habituales (corrupción, autocracia y censura) que no ha sabido sacudirse desde la caída de la URSS. ¿A quién hacen más daño las filtraciones? No cabe duda que WikiLeaks ha echado un cable (cientos de cables) a los rusófobos más irredentos. Hasta el punto de que ciertos juristas rusos sugieren que el caso WikiLeaks podría ser una conspiración encubierta llevada a cabo por naciones extranjeras. Del papel en el zapato de Mitrojin, Moscú ha pasado a la piedra en el zapato de WikiLeaks.

Quizá por eso la reacción de Moscú ante el escándalo de WikiLeaks no es unívoca, y bascula entre la crítica airada y la ironía ("Creo que si, Dios no lo quiera, se filtran a los medios valoraciones de la Cancillería rusa y de los servicios secretos rusos acerca de nuestros socios estadounidenses, también ellos sentirían un gran placer", ha dicho Medvedev).

El FBI definió en su día el archivo Mitrojin como "la fuente de información secreta más importante jamás conseguida", que es como se viene presentando estos días los documentos filtrados por WikiLeaks. Sin embargo, habrá quien piense que las apreciaciones que contienen los cables del Departamento de Estado no le llegan al archivo de Mitrojin a la suela del zapato...

Nada más destaparse el escándalo, el ministro de exteriores, Serguei Lavrov se mostró sorprendido por lo que llamó "pequeño robo que circula por internet" y dejó caer que Rusia no tiene problemas semejantes relacionados con escapes de información secreta. "Al menos no en la misma cantidad", puntualizó. Quizá en ese momento cruzó fugaz por su mente la imagen solitaria de Vasili Mitrojin desplazándose en 1992 por una estación de Moscú aferrado a su bolsa con ruedas, donde ocultaba sus hojas mecanografiadas bajo un burruño de ropa, salchichas, pan y bebidas. Aunque el Kremlin no lo diga abiertamente su mensaje admonitorio al SVR parece bien claro: "mucho"ojín" con encajar otro Mitrojin".

Publicado el: 13/01/2011 / Leido: 7406 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0

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