Los "Cuadernos" de Sebrelli

Publicado el: 09/08/2010 / Leido: 5505 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0

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Los "Cuadernos" de Sebrelli

 

Fuente: ellitoral.com

Los escritores suelen tener cuadernos en los que anotan observaciones que, si bien son personales, no constituyen precisamente lo que conforma un "diario"; que, si bien tienen que ver con los particulares que les preocupan y atañen a su destino, no constituyen la escritura de lo que da en llamarse "memorias"; que, aunque conservan rigor estilístico y coherencia argumentativa, no buscan ser "ensayos". Son los "carnets", "cuadernos", "noteblocks", "prosa ligera" "causerie", donde el escritor anota, como dice Walter Benjamin, "jirones de discursos y retazos de conversación", con esa libertad que le permite asociar una cita con un recuerdo, un sueño con una anécdota. Grandes autores argentinos legaron notables escritos de este tipo, entre ellos Lucio V. Mansilla, Eduardo Wilde, Miguel Cané y Adolfo Bioy Casares. "Cuadernos", de Juan José Sebrelli, que acaba de publicar Sudamericana, se suma ahora a esa memorable tradición.

Sebrelli se ha caracterizado por escribir en márgenes poco frecuentados del ensayo y la crónica, lejos de los bizantinismos de las ponencias académicas, y rechazando el oportunismo que ostenta gran parte del periodismo. Sobre todo se ha destacado por su intransigente libertad de opinión, que lo lleva a polemizar sobre temas que la demagogia o la corrección política acepta sin chistar: contra el fútbol, las vanguardias o el indigenismo, por ejemplo.

Sebrelli ordena estos "Cuadernos" en apartado; en el que se ocupa de "Cine" anota puntuales observaciones sobre la mujer y el hombre "fatales", Orson Welles, Greta Garbo, Luchino Visconti o nuestro Manuel Romero. En "Cultura de masas" se ocupa del cabaré, de Niní Marshall, Libertad Lamarque o la bailanta.

En "Libros" leemos pasajes como éste acerca de "Los políticos y los libros": "En un reportaje radial que le hizo Antonio Carrizo a Ricardo Balbín poco antes de su muerte, le preguntó cuáles eran sus libros preferidos. Balbín, sin titubear y sin advertir que su respuesta no era la correcta, le respondió que sus últimas lecturas habían sido los textos de estudiante. Sólo leía el diario, y agregó que lo hacía con tanta dedicación que hasta se detenía en la página de turf aunque no le interesaban las carreras. Balbín durante medio siglo fue el representante más destacado de los partidarios de la democracia. Que ésta sea tan frágil y pobre no debería extrañarnos".

En la sección "Políticas" leemos, sobre la remanida excusa de la "teoría de los dos demonios", esgrimida por quienes suponen que en la tragedia argentina de los años '70 había un solo demonio: el otro, por supuesto. "Una interpretación diferente puede admitir la maldad de los dos protagonistas sin optar por la de ninguno de ellos. Reprobar a los guerrilleros no supone elevar a los militares a la categoría de héroes salvadores. Condenar a los militares no implica convertir a asesinos políticos en "jóvenes idealistas". Es preciso mostrar los puntos en que estos extremos se tocan, distinguir la similitud en la diferencia y la diferencia en la similitud. En este juego de máscaras, los terroristas héroes de 1973 se convirtieron en las víctimas de 1976. A su vez, los militares, héroes de 1976, pasaron a ser los verdugos en 1984. Ambos perdieron: los guerrilleros, la lucha armada; los militares, la batalla ideológica. ¿Por qué cada uno de los contendientes perdió su propia guerra? Entre otras razones, porque utilizaban los mismos medios. Hábiles transformistas, los militares se disfrazaban de terroristas, encapuchados, dedicados a sembrar el miedo, matando, secuestrando y robando. Los guerrilleros, por su parte, se travestían de militares, se despreocupaban de su inserción en la sociedad civil y desdeñaban la actividad política. Quisieron vencer a los contrincantes en su propio terreno, el de las armas... Guerrilleros y militares, no es posible negarlo, coincidían en muchos aspectos: en su repudio a la democracia y al sistema de partidos, y sobre todo, en la legitimación de la violencia...".

Hay pequeñas historias, como las anécdotas que contaba Enrique Pezzoni. Una de ellas "ocurría en un salón de Villa Ocampo, donde lucía como alfombra un tapiz firmado por Picasso. Entre los invitados estaba María Rosa Oliver en su silla de inválida. Victoria Ocampo le habría gritado: "¡María Rosa, tené cuidado con ese carrito de mierda que me estropeás el Picasso!".

O anécdotas de la vida cotidiana, como la visita a Poupeé Blanchard, ex mujer de Rodolfo Walsh: "Poupeé habló de Rodolfo Walsh y señaló su personalidad de militar frustrado. El hermano era marino y él no había sido admitido en el colegio militar por problemas en la vista. Tuvo su mayor satisfacción cuando pudo vestir el uniforme militar del ejército cubano".

También hay una sección de citas literarias y cinematográficas pertenecientes al género del policial negro, como ésta de Richar Fleischter: "Asesinar es fácil, lo complicado es desprenderse del cadáver".

"Estas páginas se parecen más bien a una escapada al desván de una vieja casa a revolver un baúl olvidado lleno de papeles sueltos, o a una reunión alrededor de la mesa de café donde los contertulios entran y salen libremente, o a una caminata con un alto para una breve conversación con alguien que se cruza, para seguir luego cada uno su trayecto. Acaso el encuentro fugaz entre interlocutores desconocidos en el diálogo silencioso de la lectura permita compartir cierta intimidad y un recuerdo perdurable", concluye Sebrelli.

 

Publicado el: 09/08/2010 / Leido: 5505 veces / Comentarios: 0 / Archivos Adjuntos: 0

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