"La visión que teníamos de la dictadura era parcial"
http://www.rionegro.com.ar/ 19/11/2012

Mauricio Weibel, cuyo padre desapareció en la época de Pinochet, escribió "Asociación ilícita, los archivos secretos de la dictadura" junto a Carlos Dorat. "Es un libro que por mi historia familiar estaba ahí", dice.

"¿Cómo surgió el libro?
"El libro partió como una investigación sobre los corresponsales extranjeros durante la dictadura chilena. Buscando información de cómo habían sido las persecuciones encontramos estos archivos de la dictadura, que son miles y van desde 1973 hasta 1989. Había mucho material sorprendente.
"¿Como cuál?
"Había curvas, gráficos y demás cuestiones para el análisis psicológico sobre la obsesión por controlarlo todo que tenía la dictadura. Cuando empecé a mirar este material lo que descubrí fue que la visión que teníamos de la dictadura era parcial, pese a todo lo que ya se había investigado. La policía secreta no era un organismo que operara al margen de los ministerios sino que tenía un mismo rango ministerial.
"Ante la CNN usted dijo que la policía secreta trabajó en el corazón político de la dictadura. ¿Por qué?
"Por ejemplo, no se podía contratar a nadie en el Estado sin que tuviera una ficha de la policía secreta. Primero la DINA (Dirección de Inteligencia Nacional) y luego la CNI (Central Nacional de Informaciones). La policía secreta coordinaba planes de acción y les asignaba tareas a los ministros.
"¿Cuáles?
"Hay un memorándum del año 75 o 76 en el que el entonces jefe de la DINA Manuel Contreras"ahora preso por más de cien condenas" les asignaba tareas a los ministros para un plan de guerra psicológica, el Plan de Operaciones Epsilon, que tenía que ejecutarse en el marco de la visita a Chile de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos.
"¿Qué decía ese documento?
"En el plan, Contreras ponía: "Mando de la misión: ministro del Interior", "En esta otra misión, el canciller". Al final dejaba su teléfono y decía que por cualquier duda lo podían llamar. Esa vinculación era casi diaria. Nosotros lo fuimos reconstruyendo con los documentos en los que se demuestra que había un intercambio de correspondencia entre los ministros y los jefes de la policía secreta.
"Estos documentos son como los mails de la actualidad...
"Claro. Y también descubrimos que había reuniones de los subsecretarios (viceministros) en los propios cuarteles centrales de la policía secreta. Hay un memorándum tremendo en el que el vicecanciller Francisco Ramírez Migliassi le pide a la policía secreta que obtenga determinadas confesiones de los detenidos para enviárselas a los cubanos en el exilio y, en conjunto, hacer una operación contra Cuba. Más allá del tema de Cuba, lo que era tremendo era que un canciller pidiera a la policía secreta que consiguiera confesiones a como diera lugar para trabajarlas con extranjeros.
"¿Qué cree que demuestran estos archivos?
"Que en Chile todos sabían lo que estaba pasando, cuando la dirigencia política siempre alegó que no sabía lo que ocurría. Con esto queda claro que sabían perfectamente. Hay otro caso muy dramático, el de Colonia Dignidad, un enclave alemán que se instaló en el sur de Chile en los 60. Ahí el alemán Paul Schäfer dirigía una secta en la que abusaban y maltrataban a sus integrantes. Los niños eran separados de sus padres al nacer y se abusaba de ellos. Esto duró décadas. Colonia Dignidad funcionó también como campo de torturas en la dictadura. Ahí también se traficaron armas. Bueno, la cuestión es que en un momento vienen políticos alemanes a Chile, conservadores de Baviera, y le dicen a Pinochet que tuviera cuidado porque estaba pasando algo. La dictadura hace una investigación y descubre que efectivamente era así. Pero decide no hacer nada para evitarse problemas internacionales. Lo dejan todo por escrito y argumentan que el tema había que tratarlo como un problema entre privados, entre alemanes. En este sentido, el libro es la historia de la decisión. De cómo en las altas esferas de la dictadura se fueron construyendo las decisiones en torno a los temas de derechos humanos.
"¿Qué más revela?
"Cómo se decidió seguir al movimiento sindical y a los artistas e incluso a extranjeros en sus propios países. Hay un informe de seguimiento a suecos en Suecia. Cada embajada chilena fue convertida en un centro de espionaje. Los embajadores chilenos enviaban de forma habitual informes a cancillería y a la propia policía secreta sobre qué hacían los chilenos. Un informe dice: "Nuestro infiltrado en el movimiento antichileno nos informa tales cosas". Ahí se abre una intriga muy compleja: ¿qué pasó con esos informantes? ¿Siguieron operando en democracia? ¿Siguen ahí ligados a los partidos?
"¿Qué se sabe de ellos?
"Nada, los nombres de los informantes no aparecen en los archivos que encontramos. Pero queda muy claro que había una infiltración profunda. El Partido Comunista, que siempre fue el más legalista de los partidos chilenos, paulatinamente empieza a discutir la posibilidad de adoptar la vida armada en dictadura. En 1982 hay un informe de que los comunistas están a las puertas de iniciar la batalla militar, algo que sucedió dos años después. Los tipos tenían la información con mucha antelación. Es tremendo cómo lograron infiltrar todo y meterse en todas partes.
"¿Qué queda de todo esto en la actualidad chilena?
"El caso más emblemático es el de Alberto Cardemil, actual jefe de la bancada de diputados de Renovación Nacional. Durante cinco años, entre 1984 y 1989, fue viceministro del Interior de Pinochet. Por sus manos pasaban las fichas de los opositores, de sacerdotes y de dirigentes políticos y sindicales. Era al que la CNI le entregaba fichas de opositores. También repartió informes CNI. Era el que movilizaba esta información. Entonces quedan muchas preguntas: ¿conservó esas fichas? ¿Utilizó esa información en democracia? ¿Quién le entregaba la información? ¿Mantuvo esos lazos con agentes encubiertos? ¿Qué pasó? ¿Por qué el gobierno no reacciona ante algo tan grave?
"En este sentido, ¿qué lugar ocupa este libro?
"Muestra cómo operó la decisión. Siempre creímos que el Plan Cóndor era la coordinación de las policías secretas en Sudamérica. Pero no, era el plan de gobernación de las dictaduras, que es una diferencia importante. Los cancilleres chilenos sabían que existía el Plan Cóndor. Hay varios memorandos en los que diferentes cancilleres les piden copia del Plan Cóndor a los jefes de la policía secreta para entregar a las embajadas. Las nominaciones de los agentes secretos en otros países eran autorizadas y visadas por Cancillería. Está el documento en el que Pinochet dice que esas personas que van a trabajar en las embajadas de Brasil, Argentina y otros países van a tener sueldo de rango diplomático.
"¿Cuál fue la reacción en Chile ante el libro?
"Pese a las amenazas de querella, todo esto es imposible de negar porque están los documentos, que estaban en los propios ministerios. No se eliminaron porque se les escapó, como les pasó en Paraguay. Fueron 17 años, algo se les olvidó quemar. Algo también increíble es que dejaron actas de la destrucción de los documentos, para lo que tenían un proceso periódico.
"¿Cuáles fueron los documentos más quemados?
"Básicamente son de los que encontramos muy pocos: los boletines diarios que emitía la policía secreta, una especie de informe político a todos los ministerios y servicios del Estado. La policía secreta no sólo reprimía y mataba gente sino que visaba a quién se contrataba en el Estado y revisaba los cambios en la administración pública. Si un canciller cambiaba un jefe de servicio tenía que informarle a la policía secreta, que a su vez era la que instalaba el teléfono mediante el que los ministros llamaban a Pinochet. En el fondo operaba como el equipo de inteligencia de un gobierno militar, casi como un ministerio. Los militares sentían que estaban en una guerra.
"¿Encontraron en estos documentos algo vinculado con la Argentina?
"Sí. Hay una operación concreta. En diciembre de 1976 secuestran a un exchofer del Congreso, Edras Pinto, que era comunista. Simulan que él sale de Chile hacia Argentina por el paso Los Libertadores. Pero no alertan al gobierno militar argentino. Resulta que un dirigente socialista chileno les pregunta a las autoridades argentinas qué información tienen de Pinto. Los argentinos no sabían qué responder ni de qué se trataba. Fue ahí cuando el embajador argentino en Chile, Hugo Mario Miatello, se reunió con el canciller chileno y le dijo que por favor le avisara cuando hicieran esas cosas para estar coordinados. Todo esto queda por escrito.
JUAN IGNACIO PEREYRA pereyrajuanignacio@gmail.com