En otras ocasiones ya hemos insitido acerca de la importancia que presenta la carta -y la correspondencia en general- como tipología documental tanto en los archivos personales como en los públicos o institucionales. Sin embargo, nunca está de más recordar el lugar relevante que suele presentar dicha serie como parte integrante de los fondos y colecciones archivísticas conteniendo, en la mayor parte de las ocasiones, información de primer orden para reconstruir el pasado de una institución, de una empresa o de una persona.

Pero no. No nos vamos a aproximar a la carta de cualquier manera. Lo haremos a través de una ópera en la que una misiva sube a escena y desencadena uno de los momentos más dramáticos de la obra. En efecto, nos referimos a "La Traviata", ópera en tres actos firmada por Giuseppe Verdi (1813-1901) y estrenada en 1853 en el Teatro de La Fenice (Venecia).

No resulta nuevo que el amor y la muerte sean los dos ejes centrales de una ópera. Sin embargo, Verdi -basándose en la "Dama de las camelias", de  Alejandro Dumas, hijo- lleva a un profundo y bellísimo extremo musical y dramático estos dos elementos. Del mismo modo, se sirve de su genial inspiración artística para reflexionar sobre la fugacidad del tiempo y poner en escena una crítica a la hipocresía de la sociedad de su tiempo, utilizando como vehículo para ello la fuerza del amor que surge entre la cortesana Violeta Valery y el aristócrata Alfredo Germont, personajes principales del drama.

Desde el momento en que empiezan a sonar los primeros acordes de la obertura percibimos, a través de una melodía dibujada por la cuerda, el hondo sentimiento que dominará la atmósfera en la que respirará y morirá Violeta Valery:

Pero...¿qué relación tiene "La Travita" con la carta? Pues bien, uno de los momentos más dramáticos de la trama, situado al final de la ópera, lo constituye el instante en que una enferma Violeta recibe una carta remitida por el padre de su amado Alfredo. Esta misiva -que sin duda pasaría a formar parte del archivo personal de la cortesana y en la que se muestra el arrepentimiento y se anuncia la inminente llegada del joven Germont-, es leída con aliento entrecortado por una triste Violeta, desencadenando uno de esos trágicos y profundos momentos a los que Verdi  nos tiene acostumbrados -"É tardi, é tardi" y "Addio del passato"-, en el que queda explícita la derrota y el fin de la cortesana:

Anna Netrebko en "La Traviata". Producción del Festival de Salzbourg de 2005

La carta ha sido un elemento recurrente en la música, la pintura, la escultura o el teatro, siendo siempre reflejo esta tipología documental de la intimidad, de los sentimientos personales, de una atormentada existencia o, simplemente, de la propia trayectoria vital. La carta adquiere profunda categoría y valor psicológicos, convirtiéndose en un personaje más de la obra u ópera representada. Surge, como las grandes divas, en los momentos de mayor intensidad de la trama y actúa como vehículo para terminar de perfilar la pesonalidad del personaje lector. Es evidente que la carta es, en estos casos, algo más que una simple tipología documental que terminará identificada con un código de referencia en cualquier archivo del mundo. Aquí la carta está viva, insufla vida a los personajes que la toman entre sus manos y, como sucede en "La Traviata", su presencia hace vibrar y sentir a todos los que disfrutamos durante una representación . Y, en última instancia, hablar sobre ella nos sirve para disfrutar de buena música.

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